martes, 20 de enero de 2015

Derrota


DERROTA

Cuando fue consciente de lo pequeña e insignificante que era, comprendió que de nada valía intentar ganar una lucha ya perdida de antemano. La boca del estómago se le contrajo bruscamente en un lamento reprimido y, cuando fue lo suficientemente grande y doloroso, lo liberó de su cuerpo maltrecho y se echó a llorar desconsoladamente.

No podía recordar todas las veces que había sido derrotada, y eso la desconcertaba profundamente. Nunca fue de esa clase de personas que se rinden ante la primera dificultad; por mucha fuerza de voluntad que le costase, siempre se levantaba con la cabeza alta para hacer frente a su rival una vez más. Sin embargo, en aquella ocasión era diferente.
No podía vencer.
De nada valían tantos esfuerzos, tantos gritos de furia y arrojo, tantas heridas en las manos por cada vez que caía. De nada servía hundirse en el fango y volver a ponerse en pie cubierta de lodo y ganas de seguir resistiendo.
Ya ni siquiera albergaba esperanzas.
Porque aquella fuerza que la acosaba era imparable, y no descansaría hasta verla retorciéndose de angustia, suplicando piedad, arrastrándose en la miseria y bajando la mirada, temerosa.
Y allí estaba ella, arrodillada en el suelo, mirando hacia arriba a su oponente con los ojos anegados en lágrimas de humillación y derrota. Sin ánimos ya para ponerse en pie, aguardaba, abatida y apática,  las órdenes de su nuevo dueño.

Aer

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