lunes, 12 de enero de 2015

La rutina

Esta breve descripción de la rutina está dedicada a mi profesor de Religión del instituto, Jorge, que más bien era mi profesor de La Vida. 


LA RUTINA

Los días se suceden monótonamente en esta triste espera en que cada segundo tarda una eternidad en pasar. En la mesa no queda un centímetro sin ser ocupado por hojas de papel repletas de densas selvas de palabras ininteligibles. Los bolígrafos y los rotuladores se hallan esparcidos de cualquier manera, en desorden irreparable y exhaustos. La silla, a cada minuto que pasa, más incómoda se vuelve, a cada hora, más dura, a cada instante, más destructora. Y, mientras tanto, los conocimientos adquiridos recientemente bailan un compás desconocido que el cerebro es incapaz de asimilar. El tiempo invertido empieza a convertirse en tiempo perdido, el sueño empieza a adormecer todas las células vivas, los párpados se cierran independientemente de que la cabeza quiera seguir levantada. Y todos los esfuerzos son reducidos a polvo, porque de nada han servido tantos días de encierro, tantos días de soledad, tantos días sin abrir esa ventana que permite la entrada de ese rayo de luz capaz de iluminar el alma: los días siguen transcurriendo a velocidad de vértigo y cada segundo de la cuenta atrás se va agotando más rápidamente que el anterior. La fecha esperada está ahí mismo, muy cerca, demasiado cerca, y el contenido de los folios todavía son solo palabras de tinta.


Aer

No hay comentarios:

Publicar un comentario