lunes, 12 de enero de 2015

El otro lado de la calle


EL OTRO LADO DE LA CALLE

Mi corazón latía desbocado dentro de mi pecho, y parecía a punto de estallar. Tal vez intuyendo la causa, mis pies aceleraron el paso, recorriendo las calles que hacía tres años que no pisaban.
Esquivo como puedo a la multitud para no arrollarla en un intento desesperado de llegar a mi destino. Apenas puedo contener mi entusiasmo y se me escapa una sonrisa infantil.
Por fin llego a mi calle favorita, al otro lado de la cual se encuentra el bar donde trabaja ese chico que me vuelve loca, ese chico que ha habitado en mis pensamientos durante tanto tiempo que ya ni lo recuerdo. Han pasado tres años desde que lo vi por última vez y mi emoción aumenta por momentos.
Él solía atender a los clientes que estaban en la terraza; así pues, aguardo impaciente a que haga su aparición rutinaria, con la libreta en una mano y una bandeja en la otra. Al cabo de unos segundos, sale por la puerta.
Sé exactamente lo que tengo que hacer. Hace años que sueño con este momento y la ocasión que tanto esperaba se presenta ahora ante mí. Solamente tengo que caminar resuelta hacia él. Respira hondo y cálmate me digo; todo irá bien.
Apenas doy un paso para cruzar la calle cuando me quedo helada en el sitio.
Ha sido esa clienta tan elegante que ha llamado su atención. De pronto, se ha levantado y lo ha rodeado en un efusivo abrazo, como si lo conociera de toda la vida. Él le da un beso en la mejilla, le dice algo al oído y luego vuelve a entrar en el local. Ella aguarda sentada.
Y yo sigo de pie, inmóvil, observando la escena desde la acera de enfrente, como siempre he hecho. Mi corazón se hace pedazos al tiempo que mis sueños finalmente se desploman sobre un lecho de escombros grises y lágrimas de desconsuelo.
Ahora, ya nada podrá cambiar: cada uno continuará en su lado de la calle, y él seguirá sin saber que existo.

Aer

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