DESESPERADO
El hombre corría. No
se detenía. Había dejado atrás todo cuanto conocía, todo cuanto era. Delante,
la carretera era un camino infinito que lo llevaba lejos, muy lejos.
La angustia que lo
corroía le había dado la fuerza que le fallaba, la velocidad que no tenía, para
alejarse del mundo y de la vida. Ya nada, nada, tenía sentido.
Sus pies descalzos,
manchados de la suciedad del asfalto, sangraban, pero esas eran las heridas que
menos le dolían. Su mirada echaba fuego, sus dedos se crispaban en los puños
cerrados. La camisa desgarrada dejaba ver la marca de un viejo disparo recibido
en el hombro hacía años.
Su aliento era pesado
y sonoro, aterrado.
El hombre corría, no
se detenía. Llevaba corriendo toda la noche, pero apenas notaba el cansancio.
En ese momento, no había nada más, solo la carretera y él, solo él y su
destino.
Ya nada ni nadie se
interferiría en su destino. Nada.
Ni nadie.
Y, a pesar de ello, el
hombre siguió corriendo. Arrancándose las uñas con los guijarros del camino.
Desesperado ante la simple idea de volver la vista atrás. Anhelando llegar al
final y a la vez temiendo ese momento.
El hombre siguió
corriendo, y, por un instante, deseó no dejar de correr jamás.
Aer
Hola!
ResponderEliminarTe he nominado al Premio Liebster Award!
http://beyondliteraturee.blogspot.com.co/2015/10/liebster-award-de-nuevo.html
Un saludo :)
Hola, muchas gracias!
EliminarAcabo de pasarme por tu blog, está muy chulo :)