domingo, 23 de noviembre de 2014

Sin retorno

¡Hola!

Como hoy el día está gris, mis pensamientos también lo están, igual que lo estaban hace tiempo, cuando casi todos los días eran nublados. A lo mejor entonces no me daba cuenta, pero ahora lo veo cuando releo algunas historias que tenía guardadas. Y hoy he querido rescatar este pequeño relato porque me parece que no se merece caer en el olvido. He modificado algunas cosas, aunque en esencia es el mismo. 

Ya sé que es un tema polémico, pero creo que es importante tener estas cosas en cuenta para que el mundo evolucione a mejor; para que se respeten los derechos de todos. Para darse cuenta uno de lo que ignora o no comprende, o, simplemente, para aprender a abrir los ojos. No es que sea gran cosa, pero es algo. 

Espero que os guste.



SIN RETORNO

Estoy cansado de esta lucha, pero no puedo seguir huyendo. Sé que es la hora de salir de mi escondite y dejar de buscar en vano una salida.
Por fin he aceptado que no saldré vivo del lugar al que me llevan, porque nadie en mi familia volvió de ese infierno. Ninguno de nosotros contaremos jamás lo que nos espera al otro lado de la valla.
No hay retorno. Lo supe en el momento en que me arrebataron la libertad.
Y ahora mis sospechas se confirman, porque estoy tirado en el suelo, cubierto de arena, porque estoy sangrando, y ese hombre estirado con ropas ajustadas me incita a levantarme una vez más y a luchar contra él batiendo esa roja muleta que tanto me excita. Pero yo sé que esto no es una lucha justa, de uno contra uno, él contra mí, en igualdad de condiciones. Él ignora que conozco sus intenciones; cree que esconde bien ese palo metálico y puntiagudo para que yo no lo vea.
Pero lo he visto. Y no lucho por mi vida porque sé que es inútil. Prefiero recibir ahora a la muerte que aguardarla sufriendo por más tiempo. Ellos no entienden lo que es esto, no saben lo que es sufrir. Pero yo ya tengo de sobra…
Veo a muchos otros hombres como el de la muleta; veo a otros hombres y mujeres aplaudiendo, vitoreando, aclamando al asesino, abucheando a la víctima,  flotando por encima de la arena manchada de la sangre de los otros toros que me precedieron…
El hombre de la muleta se ha cansado de esperar a que me levante para seguir jugando conmigo; lo miro con rabia contenida mientras alza su larga y mortífera espada y la hunde entre mis escápulas  para impedirme ver la luz de un nuevo día.

Aer

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