EL POETA
El camino serpenteaba
siguiendo el curso del río, que, a las afueras de la ciudad, salía de un
pequeño bosque y se dirigía al mar. Las aguas eran cristalinas y transcurrían
armoniosamente hacia su ineludible destino, llenando el ambiente de esa música
apacible que sosiega el alma; pero en el fondo de ese cauce, donde apenas
alcanza la vista si no se presta un poco de atención, las piedras formaban
remolinos intranquilos que se reflejaban en los ojos de aquel que los miraba…
Era hombre y era poeta. Su
vida había culminado con la gloria que alcanzan los osados, y había visto cómo
sus sueños se iban cumpliendo uno a uno mientras los demás lo veían alzarse y
burlarse de la muerte. Tal había sido su grandeza en vida que, cuando la caída
sobrevino, levantarse se había convertido en una tarea ardua y cargada de
imposibles.
Ya no había sueños que
cumplir. Las pesadillas lo visitaban de noche y de día, y sus pensamientos se
revolvían como un torbellino de oscuridad y zozobra. La paz se había esfumado,
y el camino junto al río pronto llegaría a su fin…
Al tiempo que buscaba con
desespero su salvación en el fondo de aquel río, aquello cuya ausencia le hacía
parecer un muerto en vida, una mujer lo observaba desde la distancia, impasible. Ella, que antaño había sido la
inspiración del poeta y ahora no era más que una sombra lejana y callada para
el hombre. Ella, que sabía que no era el objeto de su frenética busca…
El fantasma reanudó su
camino, con paso torcido y pesado, hacia ninguna parte. Mientras tanto,
navegando a la deriva de los delirios de su mente, unos versos olvidados se
perdían para siempre en el devastador lecho del infortunio.
Aer
“Los versos olvidados
nunca se van del todo; permanece una vaga reminiscencia, difuminada, caprichosa,
que obsesiona al poeta más ilustre hasta la locura…“
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