INVIERNO
Hoy he ido a ver los patos del
estanque. Era mediodía, hacía sol y me apetecía contemplar el cielo.
Siguen ahí. No se han ido este
invierno. No se van nunca. Esperan ahí hasta que llegue un hombre con su leal
compañero a darles algo de comer, o simplemente compañía.
Ni los patos ni las ocas emigran a un
lugar más cálido; parece que aquí están a gusto. Los gorriones y las palomas
también se quedan.
Parece que este invierno no voy a
quedarme sola.
Algunas hojas han caído, las de los
árboles de hoja caduca, y la nieve no ha venido a visitarme… salvo aquel frío
día de noviembre en que apareció por la mañana, después de haber estado cayendo
durante toda la noche… Apareció como una oleada de alegría y esperanza, una
sorpresa para todos. Un momento en que todo niño lucía una ancha sonrisa en su
cara, y todo el que no era niño volvía a ser niño otra vez, apenas por unos
instantes en que las preocupaciones y los problemas se olvidan…
La nieve estuvo aquel día, apenas unas
pocas horas, y luego se marchó. Y no volvió más. Volví a quedarme sola.
Pero los patos no se han ido. Siguen ahí,
en el estanque, y no van a ir a ninguna parte. Se quedan conmigo.
<<Un año después…>>
¿Dónde está la nieve? ¿Dónde están esos
campos nevados?
¿Dónde se ha ido el invierno, y el frío
que te refresca por dentro?
Son preguntas sin respuesta que me hago
cada mañana, cuando miro el cielo y lo veo encapotado con esas nubes densas que
jamás me prometerán lo que más deseo.
Yo voy soñando caminos nevados…
Un invierno árido.
Un invierno vacío.
Ya ni siquiera voy al estanque a ver
los patos, porque sé lo que me van a decir: “¿cómo es que destruís sin
miramientos lo más bonito de un mundo que solía tener cuatro estaciones?” Además,
no creo que me echen de menos: siempre olvidaba el pan que guardaba para ellos.
Pienso en la navidad, que se acerca
inexorablemente, y ni siquiera quiero que llegue. Porque los niños que jugaban
alegres en el parque ya no juegan ni están alegres. Y porque es una época de
consumo que nadie sabe valorar como realmente merece. La navidad se ha
convertido en algo meramente material; el espíritu navideño ha dejado de
recorrer nuestras calles al tiempo que las alumbra, y la única luz que nos
envuelve es artificial e impersonal.
Este invierno, la nieve no ha venido a
visitarme. Y hoy la necesito más que nunca. Me estoy derritiendo de calor este
invierno.
Todas las cosas bonitas se han ido y,
en su lugar, solo me queda esa espina clavada.
Mientras la siento, sigo soñando
caminos nevados.
Aer
Buff... Yo también lo echo de menos. Si la Navidad ya me parece algo irreal, este año más todavía...
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