PRELUDIO
Navegando por la superficie
de unas aguas tranquilas, sientes el viento acariciarte dulcemente, con tanta
suavidad que apenas lo percibes. Cierras los ojos y te abandonas a esa
sensación, a la vez cálida y adormecedora. Notas el vaivén de tu cuerpo, lo
mueves al compás de una música inexistente. Unos lazos invisibles te abrazan
por detrás, te mecen, te arrastran… y entonces ya es tarde: flotas en un abismo
de oscuridad y silencio; tus pensamientos se han apagado, engullidos por las
aguas del sueño.
Aer
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