INVITA MINERVA *
Y llegó un tiempo en que
dejé de escuchar sus voces. Tan esperadas, tan soñadas. No las oía por ninguna
parte. Se escondían en recovecos extraños, donde no podía alcanzarlas. Las
buscaba, día tras día, a cada instante; pero no aparecían.
Los momentos en que estaba
sola eran monótonos y aburridos; no sabía qué hacer sin mis pequeñas criaturas
correteando por ahí. Me sentía incompleta, indiferente a los hechos cotidianos,
vacía de pensamientos que dieran un porqué a mi vida, un sentido de ser. Podría
haberse incendiado la tierra, podría haber desaparecido el suelo, y yo no me
habría enterado. Estaba encerrada en una pompa de jabón, opaca e insonorizada,
ahogada por su ausencia.
Nadie venía nunca a
visitarme. Hacía ya muchos años que me había olvidado por completo de la gente,
de sus quehaceres, de sus risas; y ellos me habían olvidado a mí, me habían
repudiado, por rara, por antisocial, por ilusoria. Ellos vivían su existencia
efímera, mientras yo, ajena a su transcurrir diario, me labraba la inmortalidad.
O lo intentaba. Pero eso era antes, cuando las voces de mis pequeñas criaturas
todavía me hacían compañía. Eso era antes…
Entonces llegó un tiempo en
que dejé de escuchar sus voces. Las estuve esperando, al principio con la
paciencia que da la experiencia, después con cierta desazón punzante; tanto,
que me olvidé de comer, de hablar, de dormir y hasta de vivir. Desesperada,
comencé a buscarlas por todas partes y no las
hallé. Y empecé a apagarme, igual que ellas. Sus voces distantes, antaño
pregoneras de historias imperecederas, me habían abandonado.
*Invita Minerva (latinismo):
literalmente quiere decir “contra la voluntad de Minerva”, diosa de la
sabiduría. Puede traducirse como “las musas te dan la espalda” o “sin
inspiración”.
Aer
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